Squash man, mi compañero de piso, es un americano de 43 años, soltero, de hablar lento y pensar más lento todavía. Según me dijo el día que lo conocí, se dedicaba dar clases de squash a tiempo parcial en diferentes colegios, y por la mirada vacua y bobalicona de sus ojos enseguida entendí que bastante suerte tenía con poder dar clases de algo.
A pesar de que no me causó una estupenda primera impresión, pensé que no me importaba como fuese mientras no me molestase y yo no le molestase a el, que es la máxima que sigo en mi vida: no me toques las Pelotas y yo no te tocaré las tuyas…(lo pongo en mayúsculas porque les tengo aprecio). El que fuese un poco retrasado (retarded en americano) me lo confirmó la primera conversación que tuvimos. Estábamos sentados discutiendo los términos del contrato y me dice:
– No confío mucho en la gente porque mi anterior compañero de piso se fue sin pagar las facturas. Decía que no tenía dinero ese mes y que me lo pagaría al mes siguiente (aquí tardo como 2 minutos en poner las palabras juntas en su cerebro y completar la frase).
– Pero al final has conseguido que te pague o no? – le pregunto yo.
– No, pero me dejó su camara de fotos como fianza hasta que pueda reunir los 500$ de facturas que me debía…
Yo pensé que sería una reflex o similar, pero Squash man me saca una cámara analogica desechable de esas que tienes que revelar en la tienda de fotos. En ese momento mis sospechas de que estaba tratando con un ente algo rarito se confirmaron por completo…
Squash man tiene el síndrome de Diógenes: la casa es un almacén de cintas de cassette polvorientas, posters de los beatles (bitch please, que ya no tienes 20 años) y artefactos de utilidad desconocida que acumulan telas de araña en los rincones. Yo los llamo atractores extraños de polvo (porque están cubiertos de mierda y distribuidos de forma caótica, como el atractor de Lorenz). Como Squash man sólo trabaja un par de horas al día, su actividad principal consiste en ver partidos de squash en la tele desde la mañana hasta la noche. Cuando me levanto a las 8 el tío está delante de la tele con un hilillo de baba resbalando desde la boca. Cuando me acuesto a las 2 sigue en la misma posición. Sólo se levanta para mear y descongelar comida preparada que se come, guess where, delante de la tele. Huelga decir que no he puesto un pie en el salón desde que vivo con él. Ver la tele no tiene nada de malo, lo que me resulta inquietante es que siempre sostiene una raqueta de squash en la mano (hay 20 o 30 distribuídas por la casa siguiendo un patrón determinístico) y constantemente se da golpecitos con ella en la cabeza mientras ve la tele. Parece que me estoy inventando esto pero juro que es cierto. Si eres retrasado golpearte la cabeza con una raqueta 24/7 no puede ser muy buena idea, aunque quizás al principio no era retarded y se convirtió en tal a raíz de darse tantos golpes: causalidad o casualidad? Hard to tell. Se me ha olvidado decir que cuando va a mear también se lleva la raqueta: como no tiene amigos ni novia conocida supongo que una sobada raqueta de squash ameniza sus días y lubrica sus noches…
Hemos tenido una saludable relación de mutua ignorancia hasta que hace poco empezó a tocarme las Pelotas en relación al pago mensual de la renta. El primer mes que pagué le extendí un cheque, pero incidió cansinamente en que por favor le pagase en metálico y el primer día de cada mes. No me gusta andar por la calle con 900$ en el bolsillo, pero chico, pensé que debía andar corto de fondos y que le venía bien el dinero el primer día del mes para poder pagar él su propia renta. Sin objecciones pues. Todo ha ido bien hasta el mes pasado. El día 1 fue lunes. Saqué el dinero por la mañana y llegué a casa por la tarde con intención de pagarle, pero Squash man no apareció en todo el dia. El día siguiente tampoco portó por allí. Supongo que estaba de excursión en el campo o quizás se perdió de camino a casa y tuvo que usar la raqueta de squash a modo de zahorí. El caso es que cuando yo llegué a casa del curro el dia 3 el tío me estaba esperando:
– Hola qué pasa? – le digo nada mas entrar.
– Nada, que es dia 3 y aun no me has pagado el piso, tenías que pagar el día 1 -y eso me lo dice de malos modos. Empezamos mal, motherfocka.
Yo flipo un poco, pero le digo:
– Perdona bonico, pero el dia 1 tenía el dinero preparado y no apareciste en casa, el dia 2 tampoco, asi que no se cómo querías que te pagase.
– Si ya sé que no estaba, pero es que tenías que darme el dinero el día 1.
Tengo un Déjà vu y de repente me encuentro sentado en el despacho de la secretaria de élite. Pero me repongo a tiempo:
– Pero cómo coño te iba a dar el dinero si no estabas en la casa? – Y entonces su pequeño Squash brain se pone en marcha, ordena las palabras y durante un minuto elucubra sobre el significado de las mismas, hasta que finalmente un chispa ilumina su mirada bovina y me hace un gesto de asentimiento…
Supongo que el gilipollas pretendía que le enviase un giro al albergue de retardeds donde lo recogieron esos dos días mientras trataba de recordar su dirección. Un fallo lo tiene cualquiera, y lo entiendo. Lo que no tolero es que un gilipollas americano me hable de malos modos sin razón…
Y a pesar de tener un sobre con el dinero esperando encima de la mesa, le relleno un cheque y se lo doy en la mano. Por si acaso tenía prisa, ahora va a tardar una semana en poder cobrar el dinero del alquiler. Me mira de manera idiota mientras le doy el cheque, sin poder llegar a comprender cómo la situación se ha vuelto en su contra. Pero le doy el papel y vuelvo a mi habitación sin mirar atrás. Camino despacio, no hay prisa, sé que Squash man necesita varios minutos para elaborar una respuesta inteligible, y mi habitación no está tan lejos. Para él no existen las conversaciones, solo los monólogos. De su interlocutor, claro.
Desde que he llegado aquí, y conociéndome, he intentado ser tolerante y comprensivo con todo el mundo, incluso con los más tontos o maleducados, pero he decidido que no tengo porqué. Puedo ser bueno y guardarme el sarcasmo o el humor negro para mí, pero el que nace tonto se muere tonto y contra eso no se puede luchar. Como dijo Leónidas (apócrifamente), si los idiotas volaran no veríamos el sol. Parece que yo vivo a la sombra.